Título original: Oleg
Editorial: Astiberri
Año: 2021
Guion y dibujo: Frederik Peeters
Grado: A-
Reseña: Hugo C
Hace poco estuve leyendo (y reseñando) Breakdowns, de Art Spiegelman, una recopilación de cómics autobiográficos y dispersos. Quién más, quién menos, todos hemos leído aunque más no sea un par de páginas de algún cómic autobiográfico: Robert Crumb y Harvey Pekar han hecho una carrera en base a ese género o sus variaciones. Suele tratarse de historias episódicas, de entre 4 y 8 páginas. En estos cómics, los autores aparecen siendo ellos mismos, es decir, como "Bob" y "Harvey". Otras obras, como The Dreamer de Will Eisner y el que hoy nos ocupa, no sólo tienen una mayor extensión, sino que en ellas el autor prefiere cambiar algunos nombres y aparecer en forma de un avatar, es decir, un personaje que no es explícitamente "Eisner" o "Peeters" sino un facsímil aceptable.
El avatar de Frederik Peeters en Oleg es, por supuesto, el personaje epónimo. A través de él Peeters nos deja echarle un vistazo a su vida, no solamente familiar sino creativa. Ya las primeras páginas abren con algunas de las ideas que se le ocurren y luego va desechando por un motivo u otro, incluído el diseño de los personajes y sus posibles variaciones. A lo largo de la obra uno va viendo a Oleg probar nuevas ideas y enfoques y va vislumbrando en crudo lo que lo va llevando a elegir un planteo por sobre otro, hasta llegar a la idea que terminará dando origen a este libro. Oleg funciona como su propio making of. (Ya solamente por eso, merece una lectura.)
Pero mas allá de lo creativo, Oleg es una declaración de amor de Peeters a su esposa e hija. No tanto explícita, que también lo es en algún momento, sino entretejida en cada página en la que ellas aparecen, en las escenas más cotidianas. Sus respectivos personajes –o más bien, avatares– están escritos y dibujados con un cariño evidente y se sienten humanos, reales. En cuanto al aspecto técnico, la obra en sí está escrita y dibujada impecablemente, con una versión suelta y distendida del sólido estilo habitual de Peeters, con una expresividad y creatividad que le da algunas vueltas de tuerca a las técnicas narrativas convencionales en esta clase de historias, casi en borrador, sin colores que distraigan.
La historia en sí, es decir, lo que se cuenta en Oleg, es la vida. Un pedacito de la vida del dibujante que es drama y es comedia, como la vida del común de los mortales, con sus certezas y sus perplejidades, con su protagonista real apenas oculto tras la máscara de "Oleg", que a fuerza de oficio y de cariño por el tema –sus seres queridos, su profesión– consigue mantener nuestro interés hasta el final. Más aún, una vez que uno ha leído las primeras páginas, es imposible soltar el libro hasta terminarlo. Y he aquí su único defecto: te deja con ganas de más.
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