Editorial: Marvel Comics
Año: 2016 - 2017
Guion: Jeff Lemire
Dibujo: Greg Smallwood
Reseña: Eduardo Peinado
Esta reseña NO contiene spoilers.
Series que pueden definirse como “experimentales”, casi nunca ven la luz del día en Hispanoamérica (a veces, solo en España se llegan a conocer estas obras), por lo que, cuando hay agradables sorpresas, uno no llega a darse cuenta de ellas, a menos de que se esté muy metido en Reddit o foros angloparlantes.
Para mí, y estoy seguro que para muchos otros, encontrarlas es algo que lo deja con una sonrisa en el rostro, y fue lo que me pasó con Moon Knight, serie de catorce números, escrita por Jeff Lemire (Sweet Tooth, Descender, Family Tree) y dibujada por Greg Smallwood (cuya obra más longeva podría ser esta).
Lo que puede quitar el antojo de leer esta obra es el hecho de que Moon Knight no es un personaje muy conocido. Hasta que leí esta serie, yo solo lo había visto en portadas variantes y un evento de Marvel. Pero si no sabes nada de Moon Knight, no tienes de qué preocuparte. La serie incorpora elementos de la historia del personaje, pero no se desvive por ellos. Es una reinvención con mucha personalidad.
En los primeros dos números, se nos cuenta la historia de una persona que despierta en un hospital psiquiátrico, sin recuerdos de su vida hasta ese momento, y al que todos llaman Marc Spector. Por alguna razón, sabe que él es Moon Knight, pero no puede probarle a su psiquiatra que lo que está diciendo es real. Cuando está en el salón del hospital, imágenes en ráfaga se le vienen a la mente, sobre personas que alguna vez conoció. Al irse a dormir, lo único que sabe es que tiene que encontrar a su padre, un ser onírico que se le presenta cuando está solo.
Y la verdad es que no se siente como una historia de superhéroes, ni con la “fórmula Marvel”. Solo hay una mención al universo Marvel en los catorce números, y es una mención a “Marvel Studios”, como una compañía que existe en el mundo de Marc Spector.
Es común que sean este tipo de series las que se den el lujo de ser más arriesgadas en cuanto a los temas que tratan, ya sea porque no tienen que cubrir una demanda editorial de ser apropiadas para todo público, o porque se les dan a nuevos escritores para ver qué tanto pueden hacer con lo que se les da; para ver que si no esperan a que les den un título de gran renombre para hacer un buen cómic. Sin embargo, desde el inicio de la serie se nos presenta con elementos oníricos, y un arte espectacular, con efectos de granulado y ruido digital que le da una estética muy distintiva a una narrativa. Luego, pasamos a un estilo más seco, con trazados gruesos que me recordaron mucho al run de Chris Samnee con Daredevil.
Ese es uno de los puntos fuertes de la serie, que uno sabe quién está leyendo en todo momento, porque cada narrativa esta dibujada con un estilo diferente, y centrada en un personaje totalmente distinto. Tal vez esto sea un defecto para los lectores más experimentados, que es algo “fácil” ubicarse en la historia. Y se notan mucho las inspiraciones para cada escenario, como The Sandman de Neil Gaiman, y el hospital psiquiátrico me recordó mucho a la fotografía de One Flew Over the Cuckoo’s Nest.
La historia avanza, y con cada número se va acercando la revelación sobre la verdadera identidad de Marc Spector, sobre su pasado, y qué hacía en el hospital psiquiátrico, mientras se van incorporando elementos de la mitología egipcia, y todas las historias convergen de manera muy orgánica para los últimos cuatro números de la serie.
Como ya mencioné, el punto más fuerte de la serie es su mayor debilidad: el hecho de que el escritor y dibujante pudieron experimentar porque es menos probable que haya problemas si ponen temas maduros en un cómic sobre un personaje tan poco conocido.
Leer esta serie fue una experiencia muy amena e inspiradora, que te recomiendo ampliamente si te gustan los cómics más artísticos y experimentales.